"Todas la partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, ailjibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo... Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, asterión."

Jorge Luis Borges, La casa de Asterión.

Historias galácticas I

Mercus Mevel


    Todo empezó jugando al olvido, a no saber lo que era sentirla, a desconocer su cuerpo cuando lentamente lo desnudaba en la cama, o a caso por la oscuridad; en el mismo infinito, en aquella radiografía del universo.
Penetré para saber de ella, para recordar aquel sueño que había olvidado en la mañana. Sus ojos miraban hacia dentro, hacia aquella isla a donde yo quería arribar. Minutos después su mirada se ahogaba en el océano de la concupiscencia.
    De pronto, unas palabras penetraron por las rendijas del recuerdo: “las piedras del camino explotan cuando están expuestas al sol”. Estallé en mil pedazos, mis partículas flotaron en su galaxia como meteoritos lácteos.
    Un grito de placer asaltó a la noche de los sueños. Su miraba se eclipsó con algún recuerdo, con el principio de todo, con la gran explosión que había traído consigo a la vida. Le pregunté por su verdadero nombre, y sonreí cuando me dijo que era una nueva estrella.


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