De: Mishima, Yukio, El marino que perdió la gracia del mar, Alianza editorial, Madrid, 2003.
"Cuando coja sus pechos, se acurrucarán contra mis palmas con pesadez sudorosa y magnífica. Me siento responsable de la carne de esta mujer, pues me desgarra dulcemente como lo hacen otras cosas que son mías. Me estremece la dulzura de su presencia: cuando me sienta temblar se volcará como la hoja de un árbol sacudido por el viento y dejará que yo vea el lado vacío de sus ojos" (p. 47)
"No saben ni la definición de peligro. Creen que peligro significa algo físico, hacerse un rasguño y que salga un poco de sangre y los periódicos armando un alboroto. Bien, pues eso no tiene nada que ver con el peligro. El verdadero peligro no radica sino en vivir. Claro está que vivir no es más que el caos de la existencia, y más aún: es el afán loco y erróneo de ir desmantelando instante a instante la existencia hasta ver restaurado el caos inicial, y entonces, con la fuerza que da la incertidumbre y el miedo originado por el caos, volver a recrear instante a instante la existencia. No hay cosa más peligrosa que ésa. La existencia, en sí misma, no comporta ningún miedo, ni ninguna incertidumbre, pero el vivir crea ambas cosas. Y, fundamentalmente, la sociedad carece de sentido, es un baño romano en el que todos se mezclan. Y la escuela, el colegio, no es sino una sociedad en miniatura, Por eso nos están dando órdenes continuamente. Un puñado de ciegos nos dice lo que tenemos que hacer, y hace trizas nuestras ilimitadas facultades." (p. 54)
"Todos los pútridos olores que despiden los hombre que habitan en tierra: el hedor de la muerte." (p. 131)
""Papá, ¿existe alguna finalidad en la vida?" Ya veis adónde quería ir a parar, ¿no?; lo que en realidad quería decir era: Padre, ¿puedes darme siquiera una razón para seguir viviendo? ¿No será mejor desaparecer cuanto antes? [...] se limitó a mirarme sorprendido y con ojos de loco. Odio ese tipo de ridícula sorpresa adulta. [...] "Nadie va a proporcionarte una finalidad n la vida; tienes que encontrar una por tí mismo"." (pp. 133-134)
"Inmerso aún en su sueño, Ryuji apuró el té tibio. Sabía amargo. La gloria, como todo el mindo lo sabe, tiene un sabor amargo." (p. 174)
"Todas la partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, ailjibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo... Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, asterión."
Jorge Luis Borges, La casa de Asterión.
Jorge Luis Borges, La casa de Asterión.
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