"Todas la partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, ailjibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo... Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, asterión."

Jorge Luis Borges, La casa de Asterión.

Edificio Puente de Alvarado




Sobre la avenida Puente de Alvarado, entre las calles de Zaragoza y la avenida Guerrero, hay un edificio cuya serie de prefabricados en la fachada generan diversos vanos paralelepípedos. El juego visual es interesante además, porque cada prefabricado rectangular es segmentado por círculos, de manera que dos esquinas de estos rectángulos y el centro opuesto a ellas son vacíos circulares. La disposición de estas placas prefabricadas sobre la fachada atrae la mirada, aún de los más distraídos. 

Edificio Puente de Alvarado. Fotografía tomada de Revista Arquine No. 56, Primavera 2012.

     El edificio del cual hablo, fue diseñado por el arquitecto Ernesto Gómez-Gallardo (1917-2012), quien falleció el 24 de enero de este año, y al cual se le han realizado algunos homenajes, ya que su participación en la arquitectura moderna en México fue distinguida: no se puede olvidar su participación para la realización de Ciudad Universitaria, con edificios como la Facultad de derecho junto a Alonso Mariscal, y el edificio de Humanidades, entre otras participaciones. Sin embargo su campo profesional no tan sólo abarcó la arquitectura, sino también el diseño industrial, como ejemplo se encuentran las bancas metálicas que se ubican dentro del cuadro principal del centro histórico de la Ciudad de México.

     Volviendo al edificio, en una de esas caminatas a casa, sentí que algo había cambiado, una especie de vacío se registraba sobre la avenida. Al dirigir la mirada hacia el edificio noté con cierto estupor que le habían quitado los prefabricados. Lo que queda de él es un gran vacío en cuyo interior unos barandales tubulares recuerdan las palabras de Graziella Trovato: “[…] el edificio es comparable al cuerpo humano, pues ya que todos elegimos o creamos nuestra propia ropa o “nuestra propia arquitectura”, la diferencia reside en la duración o extensión temporal…” (Trovato, Graziela, Des-velos. Autonomía de la envolvente en la arquitectura contemporánea, Akal, Madrid, 2007, p. 129); siendo así ¿cuánto tiempo durará las desnudez en este edificio?

     Esperemos que sea poco, y sólo sea por mantenimiento.


Edificio en la actualidad (abril de 2012). Fotografía: Israel Meneses Vélez.

Israel Meneses Vélez.
Ciudad de México, abril de 2012.

Secreto a voces para Acorada

Secreto a voces para Acorada
Mercus Mevel 


I
Escribirte es la profesión del trapecista
Un ataque de risa antes del colapso.

II
Palabras vienen y desaparecen
Con el ritmo vacilante de una vela.

III
Es de noche Acorada             Es de silencio Acorada           Es de angustia Acorada
Y cuento las piedritas             Y cuento las veces                 Y cuento los días
Que no te di                           Que vi tu espalda                   Que quedan del año

IV
Uno                                                                                      Tres
Dos                                                                                      Cuatro
Dieciséis                                                                               Y no puedo dormir

V
Dos, tres                                Dos, tres                                 Dos, tres
Y siempre en medio               Y siempre el miedo                  Y vuelvo a contar

VI
¿Qué estoy diciendo?
¿Qué tormenta cae sobre esta hoja?
¿Cuántas voces alborotan las palabras?

VII
De noche                                                                            De día

Eres la verdad dolorosa                                                       Eres la mentira infame
Que se esconde en la almohada                                           Que me obstino en sostener

Tus palabras son acertijos                                                   Tu desdén
Que envenenan mi insomnio                                                 Es sabor en la herida

VIII
Me derrumbo                                                                     Me arrumbo
Herrumbre sin rumbo                                                          Rumba sin rumbo
Rumba arrumbada                                                              Herrumbre derrumbada

XIX
                                                      Te pienso

Y mitigo mi calidad de vida                                                  Y  sonrío en pleno delirio


X
Acorada impenetrable,
Soy el fantasma
Que quiere entrar por la puerta

XI
Estas palabras 
Tienen la adrenalina 
De un suicida

¿Hasta cuándo Acorada?
No quiero saberlo
¿Hasta cuándo?
Dímelo ya.








Olvido y memoria: La Cabaña Acaxochitlán, Hidalgo.


Olvido y memoria: La Cabaña Acaxochitlán, Hidalgo.

A Victor, Rosangel, Tito, Israel, Raquel y su familia.

Se podría decir que la memoria y el olvido son dos polos distintos y antagónicos. Sin embargo la experiencia que tienen a diario los seres humanos con estos dos conceptos es compleja y paradójica. Si bien la memoria a veces se convierte en una lucha abierta y franca contra el olvido, o  viceversa, el olvido en el deseo de alguien esclavo de la memoria: estos dos conceptos son complementarios, es decir dependen de su contrario para existir. Darse cuenta de ello por una experiencia espacial es muy singular y es muestra de la fuerza emocional y psíquica que puede provocar la arquitectura. He recurrido a la palabra “arquitectura” no tanto para referirme a sus características funcionales, materiales, formales, etc.; sino más bien para hacer énfasis en el espacio y la singularidad que puede albergar, en la “excepcionalidad” como una categoría cargada de elementos místicos y emotivos: en fin, a la arquitectura como un recorrido y una experiencia estética que remite al concepto laberíntico de Walter Benjamin:
“El laberinto es patria del que vacila. El camino de aquel a quien espanta el auténtico logro de la meta trazará fácilmente un laberinto.”
“Se señalaban, en la antigua Grecia, sitios que bajaban al submundo. También nuestro existir de la vigilia viene a ser una tierra donde, por huecos casi imperceptibles, se puede descender a ese submundo, donde se abren espacios por los cuales desembocan los sueños. Pasamos ante ellos diariamente sin sospechar siquiera su existencia mas, al llegar el sueño, en seguida tratamos de atraparlos dando apresurados manotazos, hasta que finalmente nos perdemos entre sus oscuros corredores. El laberinto de casas que conforma la red de las ciudades equivaldría a la conciencia diurna; los pasajes (que son las galerías que llevan a su existencia en el pasado) desembocan de día, inadvertidamente, en esas calles. Pero después, al llegar la noche, bajo las ciegas masas de las casas de nuevo surge la espesa oscuridad.”
Walter Bejamin

Fui invitado por un amigo a una fiesta familiar en un pueblo llamado San Pedro en el estado de Hidalgo. Al salir de la Ciudad de México, el sol y el cielo azul parecían una promesa cercana. Unos kilómetros antes de pasar por Tulancingo (Hidalgo), el cielo se oscureció y el viento empezó a soplar sus heladas bocanadas. Fue muy peculiar ver los rayos del sol salir de un pequeño agujero en el cielo y alumbrar a un arcoíris que nacía justo en Tulancingo. Esta escena de la naturaleza fue espectacular y son esas instantáneas que acompañan para siempre a los viajeros observadores. El frío fue el primero que nos recibió en San Pedro. Al bajar del carro cada quien buscó todo lo que fuera necesario para evitar que el sufrimiento fuera un impedimento para divertirse en la fiesta: chamarras, guantes, gorros, etc.
Los anfitriones tenían la fama de ser espléndidos y así lo demostraron. Comida, bebida y buen trato fue lo que recibimos. En la madrugada al terminar la fiesta (con pena acepto que soy de los últimos en salir), nos dirigimos a unas cabañas rumbo a Acaxochitlán. La oscuridad hizo del camino un misterio efímero, solo el amigo que me invitó sabía exactamente a dónde íbamos. El carro se desvió a la derecha y paramos inmediatamente. Una gran reja metálica fue alumbrada por los faros del auto. De pronto una persona se acerco del otro lado y tras decirle que íbamos a quedarnos en las cabañas nos abrió con ese sopor que consiente el sueño y el frío juntos. Entramos al carro y nos dirigimos a la profundidad de un camino pedregoso. Para mí todo era un misterio etílico. Continuamos brindando gracias a las provisiones que aún teníamos. Sin embargo el frío y en lo personal, algunas desveladas días antes, hicieron que el sueño fuera más grande que las ganas de seguir platicando con los vecinos de la cabaña contigua.
El conjunto en el que nos quedamos se distingue por un pasillo arcado que permite el acceso a cada habitación. La cabaña tipo en la que nos quedamos consta de dos habitaciones amplias, cada una con una cama matrimonial y una individual; un baño igual de amplio, y una chimenea. Rápidamente nos dimos cuenta de que la chimenea no era un ornamento folclórico. Sin embargo, he de decirlo, el material con el que está hecho el piso no ayuda a revertir el frío, es más lo recrudece. Unas por otras, la chimenea al menos a una recámara le daba calor, a la otra era el cuerpo de al lado y las cobijas.

                                                                    Fotografía: Rosangel Martínez.

Al despertar lo primero que hicimos fue salir al sol. Es una experiencia grata el llegar a un lugar de noche, escuchar los sonidos de alrededor e imaginarse un paisaje en la oscuridad. El día mostró la desnudez del sitio, su verdadero rostro y no fue decepcionante, sino al contrario. Con sorpresa vi que justo al lado de nuestra cabaña había una torre pétrea coronada por una losa ondulada y una chimenea metálica, como si fuera el sombrero de un espantapájaros en la imaginación del Quijote de la Mancha de Cervantes Saavedra. La torre cuenta con una especie de atrio frente a ella, permitiéndole una mayor y mejor visibilidad e imprimiéndole a su vez la paradoja entre lo sacro y lo secular. De hecho una campana adorna el umbral del acceso y una pila bautismal yace en medio del patio. En la parte baja hay una puerta metálica que resguarda lo que alguna vez fue un agradable bar rústico.


 Fotografía tomada del Fecebook del sitio en:
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Fotografía: Rosangel Martínez.

Fotografía: Rosangel Martínez.


 Fotografía: Rosangel Martínez.

Un puente en la parte trasera de este edificio y que parece ser una delgada lengua que sale del cerro, sirve para conectar a un pequeño mirador en la parte superior de la torre, en donde se puede contemplar un sector de este boscoso lugar.

 Fotografía tomada del Fecebook del sitio en:
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No pude soportar las ganas de subirme, para ello tuvimos que caminar y subir por una pequeña calle. A partir de ese momento, el lugar nos mostró sus secretos.

Fotografía tomada del Fecebook del sitio en:
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Sobre la pendiente adoquinada, el sol se asomó por unas escaleras que tenían un pretil cubierto de lama, dándole un aspecto de alfombra verde internándose en el misterio del bosque.

Fotografía tomada del Fecebook del sitio en:
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A lo lejos divisamos unas cabañas, las cuales, me comentaron, se encontraban abandonadas. A la distancia no se veían en tan malas condiciones, sin embargo en cuanto nos fuimos acercando, el abandono se manifestó en escombro y moho. Al asomarnos en la ventana de cada una de las cabañas, su interior nos remitió a escenas apocalípticas: muros derruidos, muebles rotos, colchones desnudos y húmedos, hojas de papel tiradas, etc.

Fotografía: Rosangel Martínez.


Fotografía: Rosangel Martínez.

Pudimos entrar a una. Sobre la repisa de la chimenea se encontraba una caja musical, de esas que tienen en su interior a una bailarina de ballet. Se encontraba abierta y rota. La bailarina era un mudo testigo del destrozo del tiempo. En otras repisas había muchos libros estropeados por la humedad, en su mayoría eran de medicina y computación (ya inservibles para la actualidad). De una pequeña mesa me llamó la atención el brillo de unas llaves y sentí mucha nostalgia, llaves de una puerta que jamás encontrarán, llaves que jamás abrirán nada ¿Quién las habrá olvidado? ¿Quién no pudo abrir la puerta?

                                                     Fotografía: Rosangel Martínez.

                                                       Fotografía: Rosangel Martínez.

En la recámara había dos colchones, uno de ellos ya se encontraba destruido, como si un animal lo hubiera rasgado. Pudimos ver en su interior resortes oxidados como intestinos putrefactos. Salimos de la cabaña consternados, pero seguimos caminando. Otro conjunto de cabañas se nos presentó. Las condiciones materiales en las que se encontraban eran favorables. Tan sólo una tenía un vidrio roto, pero su interior no mostraba mayor descuido. De pronto un gato asustado nos salió al paso y desapareció entre la maleza.

Fotografía tomada del Fecebook del sitio en:
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Continuamos caminando hasta llegar al puente que buscábamos minutos atrás. Lo cruzamos y llegamos por fin a la parte alta de la torre. El techo ha de tener menos de dos metros de altura, lo cual contrasta con la amplitud del paisaje que aparece frente al edificio. Rodeamos el tiro de la chimenea metálica del interior, así como el balcón. Era como un juego de descubrir distintos espacios. Cada uno de los que nos encontrábamos ahí ganó el juego. Regresamos a la cabaña por otro lugar, pasamos unas canchas de basquetbol, una zona para hacer fogatas con bancas de concreto alrededor, un salón y una gran cocina. Nos sorprendieron los candelabros que colgaban del techo. La herrería nos mostró el cuidado con el que fueron hechos. En cada sitio había sorpresas esperando ser encontradas. También vimos lo que era otro bar, aunque de menor tamaño, un salón de juegos con varias mesas de billar y un Squash. Todo cerrado y con la apariencia de haber sido abandonado.

Fotografía tomada del Fecebook del sitio en:
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  Fotografía: Rosangel Martínez.

Decidimos partir, antes de hacerlo entramos al restaurante que hay en la entrada de este lugar, si bien mi amigo ya lo conocía y ya había comido en él, quiso mostrarme su interior. Fue el único lugar en donde había gente. Sin embargo al subir al siguiente nivel, otra vez el abandono nos mostró su rostro. Son diversas la salas que hay en ese piso, pero todas vacías, tan sólo dos antiguos pianos acompañan su soledad.  En la sala más grande pudimos ver sobre la estructura de madera firmas de familias que dejan a la posteridad el recuerdo de su visita. Pareciera que alguien les dijo que firmaran en ese lugar. Subimos por unas escaleras con un techo muy bajo y llegamos a un pasillo exterior. El olor que emanaba del lugar era delicioso. Del lado derecho había un salón vacío con una chimenea en medio. Hasta el fondo, una gran olla metálica era calentada a fuego lento por una estufa. El olor era conocido, tal vez era mole de olla, pozole u otra cosa lo que se calentaba. La oscuridad del interior hacía que nuestras sensaciones vacilaran como si estuviéramos en un sueño misterioso. Pero ese olor revertió la angustia. Salimos y continuamos el recorrido en aquel pasillo. Llegamos a una terraza techada. El plafón era de fragmentos de troncos de árbol y la forma de la losa era geométricamente compleja, como los techos de la cultura tradicional japonesa. Nuestros amigos fueron por nosotros, al parecer ya nos habíamos tardado. Mis sentimientos vacilaban entre la nostalgia, la angustia y la incertidumbre. Al parecer un grito surgía del helado viento: ¡abandono!

Fotografía tomada del Fecebook del sitio en:
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Antes de irnos platicamos por poco tiempo con un señor que atendía una pequeña tienda en el interior del restaurante. Nos comentó que el lugar había sido fuertemente castigado por la construcción de la nueva supercarretera México-Tuxpan, ya que al estar este sitio sobre la carretera vieja, son pocas las personas que lo visitan, a tal grado que las repercusiones económicas han sido desastrosas, impidiendo el mantenimiento de la mayoría de este conjunto. Lo único en funcionamiento al menos en esta temporada (principios de invierno) son unas cuantas cabañas y el propio restaurante, lo demás el tiempo lo ha mermado.
Este emotivo recorrido me dejó marcado. Reconocí la insistencia de mi amigo para que visitara este lugar; la alegría de una familia que después de años de ausencia, regresa a descansar y recordar lo que alguna vez habían sido los “años dorados” de La cabaña. La nostalgia me consumió, el olvido y la memoria juntos se reflejaron en los ojos de las indígenas que vendían juguetes de madera en la entrada, parecían mudamente agradecer la visita. He de regresar pronto y encontrar el lugar funcionando completamente: jóvenes utilizando el bar y escuchando buena música, familias jugando en las canchas, niños corriendo por las pequeñas calles y columpiándose en los árboles, parejas haciendo el amor en las habitaciones, encuentros inesperados, en fin un sembradío de relaciones sociales; y yo observando todo por un momento, meditando alegremente sobre cosas inverosímiles y porqué no, con la nostalgia de que es cierto y de que estas letras fueron sólo una mala racha para este lugar y la tristeza un estadio corto y pasajero en mi vida.
En este lugar la arquitectura ha dado una muestra de la forma en que la diversidad de espacios y su relación con el paisaje, crean un conjunto laberíntico, por ende lúdico y onirico, que es menester conocer. Invito a que los lectores visiten La cabaña y con ello cambien las condiciones de este agradable y peculiar sitio.

Imagen tomada del Fecebook del sitio en:
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Imagen tomada del Fecebook del sitio en:
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Israel Meneses Vélez.
México, diciembre de 2011.



Tergiversación-es de la memoria



A partir de 1923, el artista alemán Kurt Schwitters trabajó en lo que él mismo llamaría “la obra de toda una vida”. Se trata de una intervención en su propia casa basada en la transformación física del interior por medio de ensambles que fue sobreponiendo dentro de la casa original. Estos añadidos fueron cambiando y reconfigurando el lugar durante años. Recovecos, recuerdos, zonas morfológicamente extrañas hicieron de este proyecto una caverna que recordando a Deleuze y Guattari, evocan la idea del pliegue interior en su manifestación tectónica. Esta obra que fue destruida en los bombardeos a Hannover, Alemania en 1945, y que a su vez fue acusada por los nazis como “arte degenerado”, ha marcado e influenciado el trabajo de un gran número de artistas, que incluso, han intentado reconstruir.

 
Merzbau (fragmento). Kurt Schwitters, Hannover, Alemania. 
Fotografía de Wilhelm Redemann, 1933.

El trabajo de Schwitters ha sido un excelente ejemplo de mezclar el trabajo artístico con la vida cotidiana. Lo que demostró fue que estas acciones pueden encaminar a la desmaterialización de ciertas fronteras como lo son la relación artista-creador a artista como un ensamble más de la obra, así también obra-espectador a participante-realizador de la obra.

El siguiente ejercicio fue una aproximación experimental a lo antes citado, pero con sus propios matices contemporáneos.
 
Tomando como metáfora las hojas que caen de los árboles en otoño a los recuerdos, al corte entre lo que se convierte en pasado y lo que retoma uno mismo como presente; me di a la tarea de recoger las hojas secas que encontré en mi camino diario por ciertas calles de la ciudad. Junté (con gran y valiosa ayuda) bolsas que fui guardando hasta completar las necesarias como para tapizar el piso de la zona pública de mi departamento.
Si bien una hoja seca sirve de análogo con los recuerdos, hacía falta materializar esta idea. Lo primero en mente fue recurrir a fotografías y mezclarlas con las hojas. Sin embargo, en mi trabajo artístico he intentado recurrir al trabajo colectivo con la finalidad de desaparecer en lo posible la figura del “espectador”, así como también ser un agente en la lucha por no recrudecer más las ya de por sí complicadas relaciones sociales. En una ciudad como lo es la Ciudad de México (y lo son muchas otras), el nivel de estrés y neurosis son alarmantes. Es necesario aclarar que uno como artista (arquitecto, músico, escultor, pintor, etc…) nunca va a poder revertir esta situación, pero sí evitará potencializarla.
Hice una convocatoria a diversos amigos a reunirnos en mi departamento para convivir y festejar una “intervención” en mi propia casa. Lo que parecía una reunión común y corriente, era para mí la oportunidad idónea para experimentar con los estímulos sociales por medio del arte. Utilizando los recursos de las redes sociales, me metí en el facebook de cada uno de los invitados y les robé sus fotos, para posteriormente manipularlas y tergiversarlas ¿De qué modo? Hice fotomontajes digitales en donde cambié las caras y los cuerpos, resultando de ello una mezcla (extraña, he de decirlo) de personajes que en la mayoría de los casos no se habían visto nunca. De este modo una fotografía que es el recuerdo de alguien, de pronto era el recuerdo “no recordado” de otra, o salía con amigos suyos que ahora eran desconocidos. Estas fotografías distorsionadas, las pegué directamente en el piso y sobre ellas coloqué las hojas secas, de este modo, el interior fue una sorpresa.

 
"Tergiversación-es de la memoria". Detalle de Fotografías sobre el piso.
Fotografía: Mercus Mevel. 

"Tergiversación-es de la memoria". Detalle de Fotografías sobre el piso.
Fotografía: Mercus Mevel. 

La impresión de ver la sala repleta de hojas fue fuerte. Quité los cuadros que había en las paredes y sólo dejé el vacío con las hojas. Parecía un panteón onírico: una infinitud de cadáveres se abultaba en el piso donde se ahogaba la madera.

"Tergiversación-es de la memoria".
Fotografía: Mercus Mevel. 


"Tergiversación-es de la memoria".
Fotografía: Mercus Mevel. 


"Tergiversación-es de la memoria".
Fotografía: Mercus Mevel.

El día de la reunión esta escena se presentó de manera violenta a los invitados. Algunos caminaron sobre las hojas, comenzaron a reconocer el lugar, a apropiarse de él. Sin embargo, la sorpresa esperaba debajo de ellos. Hice una presentación un tanto escueta de lo que se trataba, cuando comenté que debajo de las hojas se hallaban sus recuerdos, la sorpresa estalló en los ojos y la boca de varios de los asistentes. Los invité a caminar y buscarse debajo del escombro otoñal. Fue una experiencia muy singular escuchar el crujir de las hojas en un interior en donde jamás se hubiera pensado. El sonido de las hojas al mezclarse con las voces de los invitados, hizo que la atmósfera se rodeara de un aire místico, como un bosque invisible rodeado de vigorosas aguas.

"Tergiversación-es de la memoria".

Fotografía: Iván Parra.

"Tergiversación-es de la memoria".

Fotografía: Iván Parra.

"Tergiversación-es de la memoria".

Fotografía: Iván Parra.

"Tergiversación-es de la memoria".

Fotografía: Iván Parra. 

"Tergiversación-es de la memoria".

Fotografía: Carlos H. Luna.



"Tergiversación-es de la memoria".

Fotografía: Josue Lee.



"Tergiversación-es de la memoria".

Video. Presentación de la intervención.


"Tergiversación-es de la memoria".

Video. Reacciones de la intervención.



"Tergiversación-es de la memoria".

Video. Entrevistas.

La realidad parece ser una gran maquinaria pesada en donde un pequeño engrane dañado no para al sistema. Esta aplastante condición se mostró en este ejercicio. Después de haberse encontrado cada uno y haber encontrado y relacionado los rostros de las fotografías con los de la propia reunión, el olvido apareció con su obstinada paciencia, la cotidianidad festiva surgió de unas bocinas que invitaron al “público” a bailar sobre sus propios recuerdos. De este modo las hojas comenzaron a despedazarse, a convertirse en polvo y expandirse en medio de las piernas de aquellos que intentaron mostrar sus mejores pasos de baile, o en su caso, no pudieron despreciar la invitación a menear el cuerpo muy cerca de otro. No estuvo mal, hubo gente (aunque poca), que se animó a platicar con algún desconocido, a sonreírle y otras, como siempre, tan sólo miraron espaldas y dejaron escapar algún deseo.
El discurso en esta intervención está lejos de ser posmodernista. Si bien, utilizo herramientas propias de este momento ideológico, me niego a reproducir su perspectiva nihilista y suicida, promoviendo situaciones que potencialicen alternativas o vislumbren la idea de que la realidad puede ser alterada. De este modo, “Tergiversación-es de la memoria”, es un llamado a alterar la realidad por medio de acciones colectivas, tan comunes y corrientes como una fiesta, en un departamento cualquiera, de una ciudad cualquiera, de un país con graves problemas sociales… como cualquiera.

Agradezco enormemente la colaboración de Tania V. Campos y Osvaldo Estrada en esta intervención, muchas gracias amigos.

Mercus Mevel.
 Ciudad de México, Diciembre de 2011.


Invocación I

Mercus Mevel

 A Alejandra Pizarnik



Tu ausencia es la cruda palabra.
Tu ausencia
Ausencia






Breve descripción de Acorada

Breve descripción de Acorada
Mercus Mevel
























 I
Eres monzón que se aproxima
La palabra invisible que hiere a las nubes.


























II
De lejos te escucho Acorada
Y me engulle el dolor de los ahogados.


























III
Eres ojo extraviado de huracán;
Te encuentro y reposo
Con mi ancla ondeando en el viento

























IV
Tu sonrisa es la imagen borrosa
De un navío que desaparece,
Tu sonrisa
¿en dónde?


























V
Eres mar sin playa
Y yo el niño cansado del mundo,
Un suicida meditando
En la orilla del acantilado























VI
Eres mar Acorada,
Pero ¿qué estoy diciendo?
El mar es porque no me pertenece.